Les presento mi primer libro ¨Fuck the World¨ una historia que se desarrolla desde la niñez y abarca hasta los 50 años de vida.
A continuación, el inicio de la historia y relatos de la vida.
Si les parece interesante continuar con la lectura, pueden entrar en contacto con mi dirección de correo electrónico: waltergargano@gmail.com
Muchas gracias.
Me mataron tres perros, me robaron quince veces y me metieron en cana
por medio kilo de faso. Pasé por todos los vicios. Todos. En mayúsculas.
Ahora me siento bastante limpio y libre para contar. Sé que me voy a morir
mientras duerma, en paz, porque me la gané. Así que cuando abro los ojos
cada mañana a la luz del día y empiezo a despertar el cuerpo, me río soltando
una puteada porque mi premio son veinticuatro horas más.
Tengo en lista de espera un viaje, con una casa al hombro y algunos
amigos. En un bolso grande y un par de cajas puedo cargar todo lo mío.
Los remedios irán aparte, todavía tengo que averiguar si me los darán por
tres o seis meses. No importa. Si se acaban vuelvo, o no, y no los tomo más,
dejando que la vida vaya a donde me toque llegar.
No tengo recuerdos de fiestas de cumpleaños en mi infancia. Apenas una
torta y tres amigos del club, para pasar un rato a la tarde, tomando chocolatada
y jugando en la calle. Recuerdo que mi mamá se asomaba a la ventana
de a ratos y mi viejo nunca estaba, porque él llegaba a la noche. No
había globos, ni golosinas, ni regalos importantes. Para mi próximo cumpleaños
voy a hacer una fiesta con las personas que me ayudaron de verdad,
con los que me bancaron. No quedan muchos, a varios ya les taché la
doble. Ojalá alguno me regale una vincha como las de Vilas. Yo jugaba al
tenis como mi papá. Vilas era mi ídolo.
Escucho música todo el día y juego al póker. Estoy esperando que me llegue
el plástico de una tarjeta de crédito que pedí, para poder apostar. La que tengo no sirve. Hace tiempo que no muevo dinero virtual al ritmo de
antes. Ahora me manejo con dos chequeras, un banco y bastante efectivo.
Los dólares que cobro se los cambio a mi viejo. Él siempre tiene algún canuto
con el que me cubre. Los billetes de mi viejo me salvaron varias veces,
como cuando me compró la camioneta. Parte de Área Verde también tuvo
cimiento en su guita, junto con la mía y la de Arturo: un paraíso.
Cuando algo sale mal o se enrosca, la gente y mis tías, dicen que el diablo
metió la cola. A mí se me vino encima de cuerpo entero y caliente en dos
oportunidades, después de haber olido de antemano su llegada inmunda.
Una en Buenos Aires, otra en Brasil. Fue el mismo las dos veces. Tal vez es
más omnipresente que Dios. Sin embargo lo derroté, no sin costos, hasta
el próximo acecho. Que sueñes con los angelitos, me decía mi vieja cuando
me apagaba la luz, y así aprendí a tenerlos conmigo. Creo que batallaron
ellos y se escudaron con mi carne.
Nado todos los días en la pileta del edificio. Cuarenta, treinta piletas. El
agua me hace liviano y me remonta. Cuando hice el curso de guardavidas y
nos tocó la prueba en el río fui el primero en salir del agua, con un grito de
gloria en la garganta y atento a que pararan el cronómetro. Mis músculos
agarrotados habían respondido y la adrenalina no dejó que me cansara
hasta muchas horas después. Puedo nadar contra la corriente. Me gusta.
A veces me busca ella, a veces la busco yo. En aguas claras o en aguas turbias.
Mientras descanso con las antiparras puestas y sostenido del borde
tibio por el sol, deseo que no haya más diablo y barro. Inmediatamente me
pregunto si podré sin ellos.
No tengo nada por qué quedarme. En la lista de pendientes ya tildé la mitad.
Sólo queda poner orden en una parte y salir. Esta vez no escapo. Una
vez pensé que un hijo con Mariana podría bajarme y obligarme a andar
derecho y para el otro lado. Otra vez pensé que un hijo con Ana podría
permitirme echar raíces en un sitio. Ya no pienso en hijos.
Hoy no me señalan para acusarme, pero yo recuerdo a los que nunca creyeron en mí. Tal vez ahora, quién sabe, cada vez que me miren y repasen
mi aspecto y condición, piensen que ya pagué, pero yo les levanto el dedo
grande cuando se dan vuelta.
Ir por el borde te hace ver cosas que los demás no ven. Para empezar voy a
comprar piedras preciosas en Minas Gerais.